Tengo el placer de presentaros desde isportscoaching a Sergio Fernández Tolosa, un apasionado del mundo de la bicicleta que hace unos años culminó la gesta de recorrer en solitario nada más y nada menos que los 7 desiertos más emblemáticos del planeta –Australia, Atacama, Mojave, Namib, Kalahari, Gobi y Sáhara–, acompañado de su bicicleta y su cámara, con la que dejaba constancia de sus aventuras. Repasaremos sus peripecias y veremos cómo se prepara mentalmente ante las adversidades surgidas en sus travesías en solitario. Actualmente proyecta y lleva a cabo nuevos retos vinculados al mundo de las montañas. Cómo no podía ser de otra manera, también en bicicleta. Un aventurero… con un par de ruedas.
– ¿Qué motivaciones te llevaron a realizar esta aventura por los 7 desiertos en solitario y en bici?
– Empecé a viajar en bicicleta a los 16 años. Todos los veranos dedicaba unas semanas a hacer una travesía y me pasaba el resto del año soñando con la siguiente, o con las siguientes, siempre mirando mapas, leyendo artículos, viendo documentales. A medida que crecí, ese impulso natural de viajar en busca de nuevos horizontes, de conocer las cosas por mí mismo, en vez de menguar, aún creció más. Y sigue creciendo. También me gustan los retos, me gusta estar en la naturaleza y me gusta mi trabajo –trabajo como periodista y fotógrafo free-lance desde 1995–, así que el proyecto de los 7 desiertos combinaba todo lo que deseaba hacer.
– ¿Cómo te preparaste (física pero sobretodo mentalmente) para afrontar el primero de tus retos en el desierto?
– Uno nunca está realmente preparado para hacer algo que no ha hecho nunca. Es la experiencia la que nos permite recalcular, reorganizar, rediseñar. Por eso creo que no hice nada especial. Simplemente deseaba cruzar Australia de norte a sur, por el centro del país. Una vez allí, tras 17 días consecutivos de viento en contra, descubrí que si hubiese viajado sólo dos meses más tarde, el viento me habría ayudado todo el camino. También descubrí que pedaleando a 50 grados al sol, 12 litros de agua no son demasiados. Me los bebía cada día sin desperdiciar ni una gota. Para el desierto de Atacama ideé un sistema para poder cargar 25 litros y tener mayor autonomía.
– Dices que Australia fue la expedición de los errores: ¿qué aprendiste?
– La primera lección la obtuve de la fauna que me rodeaba. Los animales no luchan contra los elementos, se adaptan a ellos. A partir de ahí, todo fue mucho mejor.
– ¿Cambió tu idea sobre lo que era el desierto?
– En realidad, no tenía ninguna idea preconcebida. Mi primer viaje largo por un desierto, en Australia, lo hice con la intención de ver qué tal era, de ver si me gustaba y comprobar si aquello era factible. Y resultó que lo era, aunque evidentemente requería trabajo duro, constancia, ilusión, tesón. Además corroboré que aquello me gustaba.
– ¿Qué es para ti la aventura?
– El explorador noruego Roald Amundsen, el primero hombre que alcanzó el Polo Sur, sostenía que la aventura es sólo la consecuencia de una mala planificación. Yo comparto su opinión, aunque creo que siempre pueden surgir imprevistos. Todo no es previsible. Sin embargo, a medida que gané experiencia en los desiertos aprendí a descubrir nuevos riesgos y, en la medida de lo posible, a cómo evitarlos. Por otra parte, considero que la incertidumbre puede ser una buena compañera de viaje. Te ayuda a mantenerte alerta. ¡Y es un estímulo! Y en el desierto, como en la vida, la incertidumbre es constante.
– ¿Qué se siente al viajar en solitario acompañado sólo por una bicicleta durante tantos días seguidos?
– Creo que hay una gran diferencia entre estar solo y sentirse solo. Yo en los desiertos he tenido la suerte de no sentirme nunca solo. Estaba haciendo algo que me encantaba. Todo me sorprendía. El amanecer, los sonidos de la noche, el silencio, los extraños animales que habitan en estos lugares remotos, las personas que conocí en el camino… Mi día a día estaba lleno de actividad y alicientes. Y cuando éstos no eran tan evidentes, los buscaba.
– ¿Cuál de las adversidades (mecánicas, físicas, climatológicas, …) fueron más difíciles de superar?
– El viento es el peor inconveniente en el desierto, sobre todo si es contrario. Las tormentas de arena del Sáhara también fueron un problema algunos días. Cuando la nube de arena te atrapa, no ves nada a un metro de distancia. Sólo puedes sentarte, taparte y esperar. Respecto al firme de los caminos, pues era muy variado. Tomé algunas carreteras asfaltadas, pero en general prefería pistas más remotas, en las que vas más lento, pero es fácil comprender que a bajas velocidades se ven más cosas.
– ¿Recomendarías una aventura así a otras personas?
– Por supuesto, aunque no hace falta ni ir tan lejos ni tanto tiempo. Os invito a hacer un ejercicio muy simple: caminad hacia un lugar un poco apartado, pero no necesariamente demasiado, que esté en mitad de la naturaleza. Id sin agua, sin comida y sin teléfono móvil… Eso sí, antes de salir de casa, dejad un aviso sobre dónde vais y cuándo vais a volver, claro. Caminad durante horas. Cuando, al cabo de las horas, encontréis una fuente, bebed con calma. Seguid mentalmente el camino que hace el agua dentro de vosotros. De repente, sentiréis que os habéis encontrado a vosotros mismos: somos agua.
– ¿Qué importancia le das a la preparación mental para afrontar este tipo de retos?
– Creo que la motivación, sea de la naturaleza que sea, es la verdadera fuerza que nos impulsa. En el día a día, existen algunos estímulos –canciones, frases, imágenes mentales, etc.– que estimulan nuestro rendimiento y nos dan un impulso. En el desierto, cuando estás solo y te quedan 400 km –entre 3 y 4 días pedaleando– hasta el siguiente oasis, has de saber mantener el equilibrio. Las emociones puntuales pueden salirte caras. Hay que saber mantener la calma, conservar el ritmo, avanzar quemando lo mínimo, optimizando todos los recursos. No puedes hacer cambios de ritmo, ni a nivel físico ni a nivel psíquico. Tu estado de ánimo ha de ser lo más estable posible.
– De todas tus experiencias por los diferentes desiertos ¿con qué experiencia positiva y negativa te quedarías?
– Positivas, todas. Negativa, ninguna. Lo malo, si lo hay, hay que positivizarlo.
– Nos puedes adelantar futuros retos que tengas pensado realizar…
– Ahora mismo disfruto igual de un paseo por Collserola que de una travesía TransPirenaica. En el desierto aprendí que cada día es una aventura en sí mismo. También aprendí a saborear la vida. Creo firmemente que la felicidad depende de ser capaz de saborear cada bocado de vida. El próximo verano me gustaría poder hacer una travesía TransAlpina, pero hay que pensar en el día a día. Hay muchas cosas por hacer antes del verano.
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