Ayer nos sorprendía la noticia de la muerte de Robert Enke, portero alemán que jugó (sin pena ni gloria) una temporada en el Barcelona, tenía 32 años y se suicidó tirándose a las vías del tren, era el portero titular de su equipo, jugaba también en la selección pero no pudo recuperarse de la muerte de su hija hace 2 años…
Paradójico, en el aspecto deportivo las cosas le iban mucho mejor que hace años y era un portero querido en Alemania y que contaba con prestigio entre sus colegas, sin embargo ninguno de ellos sabía que padecía depresiones continuas por no superar la muerte (natural) de su hija pequeña, vida profesional -casi- brillante, vida personal desastrosa (anímicamente hablando).
Toda Alemania llora su desaparición, dejó una carta escrita antes de su suicidio. Este es uno de los muchos casos en los que la desesperación personal puede más que el intento de luchar día a día para superar esos problemas, pero el hecho de ser un conocido deportista nos afecta quizás más que uno de los miles (por desgracia) casos que pasan cada día, nunca hay que rendirse, hay que luchar y luchar…