El día que Oh Eun-sun coronó el Annapurna, no lo hizo sola (y no me refiero a sus sherpas) sino que muchos más montañeros también lo consiguieron (últimamente las altas montañas parecen las Ramblas un sábado por la tarde) uno de ellos, el mallorquín Tolo Calafat llegó ya tarde a ella cosa que supuso lo que al final se ha convertido en otro final trágico.
En la bajada se quedó exhausto a 7400 metros mientras que sus compañeros, entre ellos el incombustible Juanito Oiarzábal llegaban con muchas dificultades al campamento 4 (7100), intentaron por todos sus medios, helicóptero, enviando sherpas, …, el rescate, pero el mal tiempo lo hizo imposible y, ya se sabe a esas alturas, no se puede sobrevivir mucho tiempo y al poco más de las 48h moría en el Annapurna. Juanito denunciaba que habían ofrecido hasta 6000 euros para que los sherpas de la coreana subieran a socorrerlo pero que no lo hicieron, para mí, totalmente lógico si las condiciones no son buenas, de poco te sirven 6000 euros si te quedas congelado ahí arriba, eso nunca no se puede echar en cara en una montaña.
En situaciones como estas, en las que montañeros profesionales –desgraciadamente- mueren en estas montañas asumiendo, a veces, grandes riesgos, es normal que haya gente que piense de que sirve subir una montaña para llegar a su cima y luego quedarse allí para siempre, en parte tienen razón, pero es igual de respetable que cualquier otra actividad, siempre que se realice con los cinco sentidos está claro, en fin, por desgracia se ha escrito otro capítulo negro, y ya van unos cuantos, en el montañismo español.